En la mirada de Bruno Traven
Para muchas personas que no son de Chiapas, el Estado es un completo misterio, y en algunos casos, lo poco que se sabe son sólo estereotipos. Las noticias lo tienen estigmatizado como el lugar más pobre del país y su realidad indígena como una curiosidad. Chiapas es muy diferente al resto de México, y creo que la mejor forma de conocerlo, más allá de lo que los medios nos presentan, es a través de la literatura.
Existen libros que pueden mostrarnos mucho de la idiosincrasia local, escrito por gente local, una “oda a mí mismo”. Pero yo prefiero ver Chiapas a través del otro, de la gente que no es chiapaneca y que nos pone en un espejo confrontándonos con nuestra vanidad o nuestros prejuicios. Por eso de mis libros favoritos, en el cual Chiapas ocupa un lugar trascendente, es la novela “La Rebelión de los Colgados”, de Bruno Traven.
Bruno Traven era el seudónimo de un autor que se mantuvo en el anonimato toda su vida, aunque Wikipedia diga que su verdadera identidad era la del alemán Otto Feige, varios afirman que era estadounidense, hijo de alemanes y que se apellidaba Thorsvan. De los pocos datos seguros que tenemos de él, es su amor por Chiapas, pues al morir, pidió que sus cenizas fueran echadas en el rio Jataté, en el municipio de Ocosingo.

Varias de sus obras se convirtieron en películas; por ejemplo “Macario”. que fue la primera película mexicana nominada a un óscar, o “El Tesoro de la Sierra Madre”, película protagonizada por Humphrey Bogart. La Rebelión de Los Colgados también fue hecha película por Emilio “El Indio” Fernández y para quién guste, està disponible gratis en YouTube.
Desde que uno abre el libro conecta con la historia de Cándido, un indígena tzotzil que es obligado por las circunstancias (y los engaños de Don Gabriel, un enganchador) a dejar su comunidad para ir a trabajar a una finca maderera en medio de la selva, acompañado de su hermana y sus hijos.
Traven cambia los nombres de las ciudades chiapanecas a su versión maya, San Cristóbal se vuelve Jovel, Comitán es Balún Canán, Chilón es Chiilum y Ocosingo es Hucutsin. Un dato que puede pasar desapercibido para los fuereños, pero es un guiño para quién sea de, o conozca Chiapas profundamente.

La novela también es una crítica social a los defectos que los chiapanecos adolecemos largo tiempo, nuestro racismo, clasismo y machismo. Se lee claramente el desprecio que el ladino/mestizo/mexicano/occidental, tiene hacia la cultura indígenas; o también la arrogancia de la medicina occidental hacia la medicina tradicional.
Pero es a través del personaje de Modesta, donde podemos leer claramente lo duro que es ser una mujer indígena en Chiapas. Un personaje demasiado adelantado a su tiempo por lo empoderado que puede ser, una mujer independiente dispuesta a sacrificarse por su hermano y sus sobrinos, pero no a través de la abnegación, tan común en la literatura mexicana. Modesta es una mujer en pie de lucha que sacrifica absolutamente todo, menos sus principios y quizá por ello, el personaje más valioso de la obra.
La novela narra el germen de una de tantas y pequeñas revoluciones que hemos vivido en Chiapas, nos hace mirarnos hacia dentro, leer nuestra realidad y mirarnos a través de los ojos de un extranjero que amó profundamente a Chiapas y que pudo ver… nuestras áreas de oportunidad.